5 de julio de 2012

Mi reflejo en tu mirada


Esa última vez que te vi. Tu abrazo. Tus palabras en mi oído. Tu último beso. Quién sabría que iba a ser el último. De haber sido por tí, otros hubieran sido.

¿Sabés? Escucho tu voz dentro mío... quedó grabada y repite las mismas palabras. Esas que juraste alguna vez, que supuestamente hoy sentís. Pero ya no es así.

¿Sabés? Te extraño. Esa despedida tuvo que haber sido. No importa. Duele y te extraño. Igual.

¿Sabés? Te quiero a mi lado. Pero no estás, no tenés que estar. No te puedo hacer volver. Tus juramentos, tus palabras llenas de te quieros, tus miradas tan prometedoras...

Todavía pienso en cuando me miraste por primera vez... en esas primeras conversaciones... En ese entusiasmo e ilusión de conocernos e intentar descifrar qué quería el otro. Sí, era descifrar, ninguno de los dos decía nada más que palabras en vano, conversaciones irrelevantes... solamente queríamos conversar, conocernos, aunque sea con la excusa más simple y banal de la conversación sin sentido.
Pero podía durar horas. Podía mirarte a los ojos y verme reflejada en ellos por horas. Podía... podía...

Ya no puedo. Y tantas veces quiero. Tantas veces. Cada vez que te recuerdo. Cada vez que tu voz repite dentro de mí tus juramentos, tus te quieros; y me convenzo de que ya no puedo.

Mi corazón parece no darse por vencido. Tiene todos tus recuerdos agarrados tan firmes como estacas. Pero será que hay que removerlos...

¿Sabés? Mecuestanoquieroteextrañonoteolvidomecuesta. Entre esas contradicciones estoy.

¿Sabés? Sé exactamente qué me dirías. Sé, que si fuera por tí, aquí estarías. Seguís insistiendo que sí.

Pero pienso que no. Las promesas ya pasaron su fecha de vencimiento. Los te quieros aún siguen en vigencia. Pero fecha de caducidad o no: hoy tus recuerdos han de hacerse olvidos.

Y tal vez mañana tu voz no retumbe tanto dentro mío. Los te quieros hayan vencido. Y te pueda cruzar y entender porque tanto te quise, y porque te tuve que olvidar.

(Voy a extrañar mi reflejo en tu mirada).

29 de junio de 2012

No puedo decirte


Te extraño.
Sí, claro.
Pero se me hace imposible decírtelo.
Hacértelo saber.

¿Por temor?
Sí, seguramente.
Porque temo que pienses lo que no es,
por miedo a que lo sepas.

Te extraño.
Tengo ganas de decirte tanto,
de contarte cosas,
importantes y de las otras.

De hablar de la nada,
de hablar de todo.

De decirte que estoy,
aunque sea de esta forma indefinida,
desde mi lugar de cortesía,
de mis palabras no dichas...
pero con mi mirada expresiva.

Pero nada de esto puedo decirte.
No me obligues.
No sé cómo, no sé por qué.
Sí, callaré... y nada diré.

Espero entiendas.
Espero escuches lo que te dicen mis ojos,
espero que, aunque sea sin palabras,
te quedes,
y no te alejes de mi lado.
Tal vez termina siendo más fácil
decirlo así.

13 de mayo de 2012

Le di mi corazón a tu oído

En esas letras escritas
desde un corazón roto,
desde un sentimiento bañado en llanto,
desde un recuerdo de antaño,
estaba todo.

En un papel cargado de cosas no dichas,
de tanto sentimiento,
estaban esas palabras instaladas
como si fueran propias de tal hoja.

Propias y para no salir de allí.
Para jamás ser leídas,
para no ser escuchadas,
para no volver a sentirse.

Era así hasta que mi corazón
se cruzó con tu sentir.
Se les solicitó expresión,
y fueron pronunciadas.

Tu oído las escuchó.
Tu sentir las recibió.
Entendiste qué decían,
reconociste el idioma que expresaban.

Sin más,
le di mi corazón a tu oído.
Y él escuchó.

10 de abril de 2012

Expresión de alivio

Una vez más...
entre supuestos,
entre imaginarios,
entre quisieras,
entre ya no sés si tanto.

Pensar,
darle vueltas a la misma idea.
Sentir,
intentar sentir.

Darme cuenta si es sí
o es un no definitivo,
armarme de valor
y aceptarlo como positivo.

Falta simplemente decirlo.
Poner en palabras
tanto sentimiento,
tanto pensamiento,
lograr el alivio.

¿Y el decirlo...?
¿Si las palabras se las lleva el viento,
si quedan largadas al olvido,
si se tornan un arrepentimeinto,
si quedan sin significado,
sin valor, sin tiempo...?

¿De quién son?

Pensando en el alivio,
hablaré;
deseando la comprensión,
expresaré
con la única esperanza
de que no se olviden,
de que perduren,
de que siga siendo yo su dueña
y no sean del olvido.