4 de octubre de 2009

Ese día


Vivir el mejor día de todos. Haber conocido a alguien. Haber reído por horas. Haber podido dejar todo lo triste atrás. Haber sido feliz.
Terminar ese día y recordarlo por el resto de tu vida.

Con el paso del tiempo, con el paso de los años, de los meses, de los días: empezar a pensar si realmente sucedió.

No hay muestras de ello, al menos no físicas. Fue una persona que no volví a ver jamás. Cada vez que se recuerda parece cada vez más un holograma de la propia memoria. ¿Por qué pudo haber sido? ¿Fue?

Pero sí tuvo que haber sido. No puede ser de otra forma. Si no... si no fue, todo desfallece... con el solo pensar de un tal vez no, de un quizá no sucedió... todo muere...

La alegría con la que viví este último tiempo. La fuerzas para continuar. La necesidad de seguir adelante.
Todo desvanece.

Pero sí sucedió... Sí fue.
Aunque no estuviera más que yo allí. Aunque no estuviera más que él... quién sabe quién era él.
Ya ni el recuerdo me trae su rostro, ni su nombre.
Pero de todos modos, ni importa...
Porque no es quién es él, quién fue. No es por él. Es quien fui yo con él, ese día. Cómo fue esa risa, cómo fue esa alegría. Esa felicidad vivida.

Esa yo, ese quién fui ese día es lo que me ayuda a seguir...
porque voy a volver a serlo... pude y puedo ser esa.